Llegó el festejo en la tierra de los inmortales,
y los minutos de alegría y canto resbalaban entre los dedos,
al igual que la tenue sombra de aquellas dos lunas
sobre el lago silencioso de aquella tierra regada por tantos recuerdos de antaño.
Ondas de agua que anhelan juntar las luces de tan bellas almas
y que quizás por segundos parezcan una sola,
más sólo en el precioso reflejo de la esquiva mirada de aquella noche
parecían unirse fuego y agua en aquel mágico y ansiado silencio que tanto añoraban.
Tan simple y complicado como una sonrisa,
tan maravilloso y trágico como una esperanza.
Humo que ahoga los recuerdos, los te quieros y los lamentos,
humo fruto de una muerte anunciada.
Pero así eran aquellas dos luces,
que en lo cotidiano se ansiaban y en lo mágico… brillaban,
brillaban con tal fuerza que de noche nació día y de ese día una lágrima,
y de esa lágrima una sonrisa, pues la vida de ironía muere
y al perecer del nuevo día.. eternas las noches pasan.
Y es que en lo cotidiano hay algo mágico,
y en cada gesto una muestra de amor,
no se pide nada, pues nada es lo que quieren,
dejad pasad el tiempo, que la espera os dará la espalda,
y en ese minuto ansiado de silencio… florecerá un verso que sellará sus labios,
y de sangre será su tinta y de pasión sus palabras.
No se escucha nada, pero yo los siento dentro y fuera de mi,
los dos luceros se están abrazando,
y de la noche surgió otro día,
y de esa noche una esperanza,
viva y marchita en los senderos de una nada
que marca el ritmo y el desvarío
del sin vivir de nuestras almas.