Pétalos que caen
de la flor amarillenta,
pobre niña que lleva
entre toda esa sangre y violencia.
Nubes grises y ruinas lo rodean todo
y allí en la soledad de un cementerio,
brillan esos pequeños ojos
que de lo único que pecan es de inocencia.
Lo ha perdido todo y no se ha dado cuenta
pues el miedo a las luces y bengalas
le hacían huir y no miraba hacia aquella cita a ciegas.
Un firme apretón de manos y que muera el que sea
ellos ya han lavado su imagen, ahora que pague ella,
y ella es una pequeña niña
que ya no tiene ni padres,
y llora acurrucada en una esquina
a la espera de que uno de esos silbidos
la encuentre y se la lleve con sus recuerdos.
Pero levanta sus grandes y azules ojos llorosos
para ver quien la está acariciando,
y no es su madre, ni tampoco su padre,
sino un joven soldado que sin saberlo,
con el fúsil en la mano derecha,
y con la izquierda acariciando ese enmarañado pelo,
forma uno de esos miles de trágicos cuadros
que todos conocemos como los desastres de la guerra.
Ella nunca hizo nada para merecerlo
pero ha recibido el honor de la patria,
que orgullosa y ciega de sentimientos
deja que sufra y lo pierda todo,
por haber nacido en aquella época
y haber crecido en aquella instancia.
Podemos decir que tuvo mala suerte,
y con una irónica sonrisa
nos lavaremos las manos,
pero en realidad somos tan culpables
como los que empuñaban las armas,
ya que aquella niña era humana
y fuera de la raza que fuera
la abandonamos para que estuviera al azar
en las frías manos que sujetaban las bayonetas.
La pregunta es ¿Habrá muerto?,
pero es que ¿acaso tiene esa niña importancia?,
si hay millones como ella que sufren esa misma desgracia.
La única forma de salvarla es evitando guerras
pero siempre hay quien consigue rehacerlas
y todo este maldito ciclo se repite una y otra vez
mientras que yo lo único que puedo hacer es mirar el jardín
sufriendo al ver que muchos pétalos van cayendo,
pero cuando realmente me muero por dentro
es cuando intento que no se caigan
y veo impotente que este invierno sólo se lo llevará el tiempo,
sin importar mis ideales de gloria
ni mi perfección al escribir esta poesía,
he aquí la cruda realidad surgida
ante estos atónitos ojos, que son los míos,
ni esto es arte, ni esto es vida
sólo el relato de un idiota
y la mirada de aquella niña.