Me inventaré un mundo
al margen del cielo y de la tierra,
aquel en el que no existan gritos de obediencia,
ni tampoco las secuelas de los pobres niños que se lamentan.

Me inventaré una vida
para que sea eternamente mía,
escondida de las armas de la guerra,
bajo un manto de rosas y orquídeas.

Me inventaré un sueño
en el que no halla lugar para pesadillas,
y que esté siempre en el alto cielo
fuera del alcance de las manos de la avaricia.

Me inventaré un Dios,
que nunca me lleve a la idolatría,
que pueda seguir sus pasos
y seguir sintiendo que la vida es mía.

Me inventaré recuerdos
que me lleven al olvido de los míos,
haciéndome creer que soy perfecto
y que todo es cierto porque yo lo pienso.

Me inventaré una poesía
que me eleve hasta el séptimo cielo,
y que me infunda mientras la escribo
que en esta vida todo sigue a mi deseo,
aunque sólo sea al humilde nivel
de un lápiz que me recuerda lo que siento.